Educar Despacio
Como consecuencia directa del actual ritmo de vida acelerado y estresante, ha surgido un nuevo movimiento denominado “slow” cuyo objetivo último es ralentizar el ritmo de vida diario y aprender a gestionar bien el tiempo.
Este movimiento se ha extendido a otras áreas, incluido el ámbito educativo, proponiendo a padres y docentes respetar el aprendizaje natural de los alumnos, cuestión que ya defendía el propio Rousseau, con la intención de lograr un cambio de actitud de todos los agentes que intervienen en la educación.
Además, propone nuevos modos de abordar la educación tanto en el ámbito escolar como en el familiar, respetando el proceso de aprendizaje de los infantes y mejorando la calidad del tiempo escolar y extraescolar de los niños.
Educación Acelerada
Juan Domenech, principal impulsor de la teoría “slow” en España, afirma que el sistema educativo actual pretende enseñar cada vez más deprisa con la finalidad errónea de educar mejor. Sin embargo, las consecuencias de la educación acelerada, el ritmo rápido, los objetivos a corto plazo, la presión y los programas sobrecargados repercuten de forma negativa en los resultados académicos y, en última instancia, en la educación, provocando situaciones insostenibles, pérdida de la creatividad y estrés. Además, esta aceleración no beneficia la igualdad debido a que los ritmos intensos sólo podrán ser seguidos por aquellos alumnos más capaces, por ello se resalta la necesidad de adaptarse a los ritmos de aprendizaje individuales, propios de cada alumno en particular.
Además, hay una tendencia creciente de las familias a delegar la responsabilidad en el centro educativo, por lo que las familias empiezan a considerarse “clientes” de los servicios educativos, buscando siempre la óptima calidad de la educación.
El movimiento “slow” promueve una educación más flexible, una educación en la que lo que verdaderamente importa es aprender bien y asentar los conocimientos con el ritmo apropiado a cada alumno, pues no hemos de olvidar que cada alumno es importante.
Para ello, se proponen métodos de enseñanza más eficaces y estimulantes para los alumnos, que atiendan a sus características personales y a los modos de aprendizaje individuales.
Carl Honoré, uno de los principales divulgadores internacionales del movimiento “slow”, afirma que el sistema educativo español es un fracaso y que el modelo a imitar es el finlandés. Nos muestra algunas de las características del modelo educativo finlandés, el mejor ejemplo a imitar por España si quiere salir de la crisis educativa por la que atraviesa y que se refleja en el fracaso escolar creciente de los últimos años.
En Finlandia, con el mejor sistema educativo del mundo, la piedra angular de la enseñanza es el profesor, que tiene buen sueldo y excelente formación y motivación para impartir clase a sus alumnos. Las inversiones del Estado en educación son muy fuertes. En las clases finlandesas, a diferencia de las españolas, hay una generalizada ausencia de competitividad. Los alumnos practican la solidaridad con sus compañeros más lentos en los estudios con absoluta normalidad y los profesores se aseguran de que ningún alumno quede atrás, siempre respetando el ritmo de aprendizaje de cada alumno.
Desde los 7 hasta los 15 años, los estudiantes finlandeses asisten a 1.605 horas lectivas menos que los españoles. Y mientras en Finlandia los deberes en casa les ocupan media hora diaria, en España los alumnos trabajan con tareas escolares alrededor de 2 horas cada día en el hogar, más las actividades extraescolares semanales. En Finlandia, la universidad acoge al 71% de los alumnos y, en España, tan sólo opta a los estudios universitarios el 50%, lo que refleja el éxito del sistema educativo finlandés.
El Estado finlandés invierte en la formación obligatoria de sus estudiantes 40.866 euros, 5.711 euros más que el español. La gratuidad de la enseñanza obligatoria en el sistema finlandés es absoluta e incluye, no sólo los salarios de los profesores, sino todo tipo de material escolar. En España, sin embargo, los padres han de pagar los servicios complementarios en las escuelas públicas, donde la enseñanza es gratuita.
Una de las claves de la equidad del sistema educativo en Finlandia es la labor conjunta de padres y profesores que se empeñan en enseñar a sus hijos y alumnos que lo más importante no son los resultados espectaculares y el éxito individual, sino la solidaridad hacia sus compañeros y el éxito colectivo. No se divide a los alumnos entre los que van mejor y los que necesitan más tiempo, pues todos los alumnos son importantes e iguales. Alumnos, profesores, padres y administraciones; todos a una para conseguir un sistema educativo que es la envidia de Europa y un buen espejo en el que España debe mirarse con detenimiento para superar sus errores.
“Slow Parenting”: todo empieza en casa
Es bien sabido que muchos padres delegan responsabilidades al centro educativo, y muchas de ellas les pertenecen de forma exclusiva. La mayor parte de los padres planifica el tiempo de sus hijos, que acaban con una agenda muy apretada de actividades extraescolares que a duras penas les dejan libertad para jugar, inventar, descubrir… como critica el propio Honoré.
El “slow parenting” supone un cambio en la actitud de los padres que permite que padres e hijos disfruten de la evolución de los niños de forma más lenta. Para ello, es preciso seguir las siguientes pautas:
- Apostar por el juego simbólico, sencillo, básico y desestructurado como herramienta natural de aprendizaje.
- Conseguir despertar en los niños la pasión por aprender, descubrir y sentir curiosidad por las cosas de forma activa y partiendo de los centros de interés de los niños.
- Pasar más tiempo con los hijos para conocerse mejor y aprender unos de otros.
- Respetar la infancia y no intentar que los niños se conviertan en adultos antes de tiempo, cargándolos con excesivas responsabilidades.
- No intentar llenar el espacio “vacío” de los niños con actividades extraescolares.
La conveniencia de desarrollar actividades fuera del horario lectivo, qué tipo de actividades (deportivas, culturales, de apoyo al estudio…), su número, durante cuánto tiempo… es actualmente un debate abierto tanto en el ámbito escolar como en el familiar y social. En algunas ocasiones, encontramos familias que tienen a sus hijos en numerosas actividades, siempre pensando que es bueno y útil para ellos, pero sin embargo, no siempre estas situaciones se traducen en resultados de éxito. Incluso podemos encontrar niños que padecen consecuencias negativas como cansancio, estrés, falta de concentración, efecto de saturación…
Lo que verdaderamente es importante, desde mi punto de vista, es que exista un complemento formativo a todos los niveles adaptados a las características individuales de los alumnos, sin olvidar el aspecto lúdico y de ocio tan importante en la infancia. Como futuros docentes, podríamos pensar en establecer unas pautas de asesoramiento en los centros escolares de forma que podamos orientar a los padres en la planificación de actividades extraescolares según las necesidades e intereses de cada alumno en particular.
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